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TRABAJO

En todas las jornadas que hemos realizado en casa con la intención de mostrar la tecnología del cuidado de los pastos siempre salta el tema trabajo, que genera confusión, ya que al ver tantos potreros, con dos movimientos por día en cada rotación, da la impresión de que se trabaja “como en un tambo”.

Con mi familia, en determinado momento de nuestra lucha a través del pastoreo extensivo, llegamos a la conclusión de que éramos esclavos de las grutas y quebradas, y no sin razón nos dábamos cuenta que en cada aventura para juntar un potrero de 158 hectáreas con 55 de grutas, en el cual manteníamos 85 vacas, algo como 0,53 vacas/ha, dejábamos una cantidad de energía suficiente para juntar un potrero de 500 hectáreas de campo limpio, con un saldo de una juntada primaria, dos o tres reclutas, cuatro caballos cansados, siete perros desarmados de piedras y espinas, vacas estresadas y cansadas, “rayones” en las piernas y los brazos de la uña de gato, la “rapa-canela”, algún porrazo a caballo que siempre nos costaba algunos días de dolor, el mal humor típico de quien quiere y no puede, dos o tres madrugadas, solazos, ropas y botas rotas, agotamiento físico y mental. Y como si fuera poco, no siempre lográbamos juntar el 100 % del ganado. Al terminar con ese potrero, le seguían otros 6, cual más complicado, y en resumen pasábamos las semanas de corrido corriendo atrás de las vacas.

A estas 158 hectáreas las subdividimos en 30 potreros de 5 hectáreas de promedio, que en la brevedad harán parte de una rotación de 84 potreros junto a otras 277 hectáreas linderas. Están interligados a un sistema de caminos que conducen al agua y al corral, y hoy albergan un promedio de 200 vacas, algo como 1,27 vacas por ha. El trabajo hoy es hecho de a pié, y todos los días a las diez de la mañana se conduce el ganado al agua, y a las tres de la tarde se lo devuelve a un nuevo potrero con pasto en su punto óptimo de cosecha. Al llegar al potrero, encontramos al ganado esperando que se abra la portera para ir hasta el agua, y de tarde nos basta con abrir la portera y observar como las vacas se dirigen rápidamente a su nuevo potrero. Considero que este nivel de organización se le puede llamar trabajo. Lo que hacíamos antes debe llamarse pasar trabajo. Resumiendo, hoy tenemos a las vacas corriendo atrás de nosotros.

Y como esto es un negocio, no está de más recordar que a pesar de que el objetivo sea lograr mayores ingresos con un mínimo de esfuerzo, no puede haber acumulación de capital si no hubo antes una acumulación de ahorros, que a su vez solo se logran con una acumulación de trabajos.

Si a su criterio personal el pastoreo racional le significa más trabajo, pero a la vez le permite una mayor carga por hectárea y un mayor ingreso real, este más trabajo debe ser encarado como un escalón insorteable para avanzar hacia una mejora económica.

Pero no solo la economía mueve al rural, estamos acá porque esto nos gusta, o sea, no es solo el bolsillo, es el espíritu lo que queremos ver desbordando en plenitud. Pasar trabajo achica el espíritu, ya trabajar, lo ennoblece. Esa es la sensación de salir al campo y encontrar todos los animales los 365 días del año, verlos llenos, mejorando, o auxiliándolos a superar un invierno sin pérdidas. El ganar-ganar se convierte en el gano y vivo feliz con lo que hago. La conciencia tranquila después de haber hecho todo lo posible por ser verdaderamente sustentable (hasta lo que el actual conocimiento nos permite), económica, social, ambiental y espiritualmente. De lo contrario, es un ganar-perder...

 

Nadie es infeliz si hace lo que le gusta.

El pastoreo racional nos devuelve el gusto por la ganadería.

¿Cuánto está dispuesto a trabajar para vivir feliz?

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